Tras la trágica muerte de su ex novia, aparentemente causada por su propio intento de salvarla, Peter Parker (Warden Wayne) persiste en su culpa del pasado, preguntándose si la maldición de su alter ego debería ser enterrada para siempre. Cuando recibe la noticia de que un niño con una enfermedad terminal ha solicitado conocer a Spider-Man, Peter contempla la decisión de consolarlo en sus últimos días.